8/3/2024

 Han pasado ya varios días desde que estamos en Huatulco, en Crucecita. Hemos dado mil vueltas para poder alojarnos en un  departamento sin que sea compartido. El alojamiento en esta ciudad es muy difícil porque hay mucha demanda de parte de turistas canadienses, más que nada, parejas de personas mayores. Es muy tierno verlos por aqui, pero gracias a la gentrificación los precios están bastante altos para los turistas y qué decir para los propios mexicanos.

    Gracias a estas vueltas, estuvimos sin planearlo, 14 días en un lugar con todo compartido menos la habitación. Hemos conocido y conversado con dos parejas de canadienses, un holandés, dos ingleses y varios mexicanos, hasta compartimos una vez la mesa con una familia, ellos desayunando chilaquiles con tasajo y nosotros con nuestra frutita. He encontrado el baño sucio y al tener todo abierto, se colaban las cucarachas por todos lados, ni que decir de la plaga que había de cucarachas chiquitas. El dueño del lugar solia estar ausente asi que nos encontramos más de una vez recibiendo a inquilinos y explicando la ubicación de algunos espacios, o nos han confundido con los anfitriones, ha sido muy divertido aunque agotador por momentos.

Yo tuve que comenzar la rotación y tener mi rutina en estas condiciones, al igual que Guido, que a veces tenía reuniones en el comedor para no molestarme y un día se encontró teniendo que lidiar con las conversaciones que querían entablarle mientras trabajaba. Cada inquilino con su cultura y personalidad, hacían un ambiente exótico e hilarante. Había una iguana negra que se llama Ruth a la cual le tirabamos cascaras de banana y pedazos de manzana y las comia, ya con escuchar el ruido se acercaba y se las dejabamos en la medianera, las engullía. A veces tomaba sol en nuestro balcón. 

Un día desde el balcón, escuchamos un italiano gritarse con su ex, suponemos mexicana, porque lo había dejado por otro y el había anteriormente dejado todo en Italia por ella. 

En este lapso íbamos a la playa Chahue que es la más cercana. también conocimos Tejón junto con Lu y su futuro esposo y Boca Vieja donde comimos ostiones, junto con sus amigos mexicanos tan amables. Esa última playa, se junta el mar con el río y se puede estar en ambos, si se pasan unas piedras, se llega a una playa muy rara, con piedras puntiagudas, virgen, con aspecto de prehistórica en la cual misteriosamente se pone el sol, aunque en la de al lado no. Vimos un atardecer de película marciana.

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